Por qué "Dept. Q" es el policial del momento

Dept. Q, la nueva serie policial de Netflix, es un estudio sobre el internacionalismo. Escrita y dirigida en su mayor parte por el estadounidense Scott Frank, se basa en una novela del escritor danés de novelas policiales Jussi Adler-Olsen y está ambientada y rodada en Escocia con un reparto británico encabezado por Matthew Goode.
Esto se podría destacar dada la actual atmósfera transatlántica, pero, por supuesto, la serie lleva años en preparación. Y si alguien va a seguir comprometido con las relaciones pacíficas entre múltiples mercados, ese es Netflix.
La ambiciosa temporada de nueve episodios también refleja la trayectoria de Frank, un talentoso guionista y director que tuvo sus momentos álgidos (Un romance peligroso, Gambito de dama) y sus bajones (Monsieur Spade). Le gusta moverse entre géneros, con una base en el crimen literario estadounidense (Un romance peligroso, Hoke, Un paseo por las tumbas), aunque incursionando en el western (Godless), la ciencia ficción (Sentencia previa), el melodrama de época (Gambito de dama) y otros.
Trailer de Dept. Q, la nueva serie éxito de Netflix
En Dept. Q, donde Goode interpreta a un detective de Edimburgo con traumas que tiene que montar una nueva unidad de casos sin resolver, Frank (que creó la serie con la escritora británica Chandni Lakhani) puede mezclar y combinar todo en un mismo lugar. La influencia del policial negro nórdico en el misterio británico tradicional ya lleva varias décadas, pero Frank le da un toque estadounidense al cóctel.
La pareja de policías formada por Carl Morck, interpretado por Goode, y Akram Salim, interpretado por Alexej Manvelov, un inmigrante sirio con una inquietante habilidad para obtener confesiones, está probablemente mejor dibujada de lo que estaría de otro modo; la interacción entre Goode y Manvelov es uno de los principales atractivos de la serie. Y, como suele ocurrir en las producciones de Frank, Dept. Q tiene un flujo y una fluidez generales, un estilo que, si bien no siempre es seductor, resulta atractivo.
(Una película danesa de 2013 basada en la misma fuente, El guardián de las causas perdidas, es sombría en comparación, aunque algunos pueden preferir su duración de 96 minutos a las siete horas y media de la serie).
Una serie británica o danesa no sería tan dialogada como lo es "Dept. Q".
Por otro lado, una serie británica o danesa no sería tan dialogada como lo es Dept. Q, que fue completamente adaptada al formato de comedia. Los diálogos concisos o no tan concisos –entre Morck y Salim; Morck y su terapeuta (Kelly Macdonald, tan ácida y encantadora como siempre); Morck y su antiguo compañero parapléjico (el siempre conmovedor Jamie Sives); Morck y una joven agente que incorpora a regañadientes a su equipo (Leah Byrne)– superan a la acción y eclipsan la investigación. (Los escasos momentos en los que se revela el carácter de los personajes a través de la acción, en particular la ambivalencia de Salim sobre sus propios métodos duros, son como agua en un desierto de exposición).
Este no sería un gran problema si los diálogos tuvieran más chispa, pero quizá el cambio de ubicación, con los consiguientes cambios de idioma y cultura, supuso un problema para Frank, ya que gran parte de las conversaciones son forzadas y chatas. El reparto estelar trabaja con valentía, pero, aparte de Macdonald y Sives, no consiguen humanizarlo o darle humor de forma consistente.
Las influencias van en ambos sentidos, por supuesto, y sea lo que sea lo que Frank aporta a Dept. Q, las raíces nórdicas del género negro son la característica dominante de la serie. El sadismo de salón que caracteriza al género –monstruosidad exagerada normalizada por la fría moderación con la que se presenta– se muestra de manera barroca en la forma en que se mantiene cautivo a un rehén, un motivo visual principal del caso que se desarrolla a lo largo de toda la temporada. Las complicaciones del caso y los saltos extremos de la trama y la asociación psicológica que conducen a su solución –lo que para algunos espectadores será un motivo de rechazo desde el principio– son una herencia conjunta del misterio nórdico y británico.
Leah Byrne en "Dept. Q". Netflix.
Y el pegamento estructural de la serie –llamarlo tema sería exagerar– es el trauma, con una capa secundaria de culpa. Morck carga con el peso de un incidente catastrófico en el trabajo, representado en una escena inicial realmente impactante; sus sesiones de terapia son obligatorias. Uno de los miembros del equipo se une a las reuniones por videoconferencia desde su cama de hospital. Otro sufrió una crisis nerviosa después de que un civil muriera accidentalmente. Salim, que puede haber sido o no un torturador profesional, está bien adaptado en comparación.
Todo esto pesa sobre Goode, cuya habitual belleza elegante y magnetismo sexual se descartan aquí. Morck es ajeno a las normas sociales y, según nos dicen constantemente, es un imbécil irremediable. Esto resulta desconcertante para el espectador, porque incluso detrás de su cabello despeinado y su barba descuidada, y con su expresividad y carisma a raya, Goode es incapaz de ser, o no está dispuesto a ser, genuinamente odioso.
Morck tiene un corazón de oro, por supuesto. Pero la serie nos hace esperar los nueve episodios completos para obtener alguna liberación sentimental, y el efecto es que la actuación de Goode, aunque competente, resulta un poco aburrida. Está bien, pero Dept. Q podría haber sido más interesante con alguien genuinamente más desaliñado en el papel.
Clarin